Este post es parte de la serie de posts sobre finanzas públicas que empecé aquí. Esta serie se compone de posts teóricos, como este, y prácticos, que toman el caso de las finanzas públicas de México y cuyos títulos terminan con la palabra BIS.
Hemos establecido que el Estado es el ente encargado de reflejar los balances del poder al interior de una sociedad: a quién se le quita (ingresos) y a quién se le da (gastos).1 Hay una tercera audiencia: a quién se le pide prestado (déficit) -o se le paga lo prestado en el pasado (superávit).
¿Qué es un balance fiscal? A simple vista, pareciera una pregunta fácil: la diferencia entre ingresos y gastos. Pero en realidad, existen distintos tipos de balances que miden distintas cosas. La abundancia de métricas es genial desde el punto de vista analítico, pero una pesadilla desde el punto de vista político, ya que, como suele ocurrir en política, cuando se habla de “déficit” es común que los tertulianos se refieran a cosas distintas.
Existen razones para creer que los gobiernos tienen un sesgo a ser deficitarios. La razón que más me gusta a mí es la creencia que, al ser los gobiernos proveedores de servicios públicos con un horizonte temporal que es básicamente eterno, la provisión de bienes públicos para las siguientes generaciones (infraestructura siendo quizá el ejemplo más evidente) llevan a un déficit. En la distribución de poder que son las finanzas públicas, el déficit es lo que se le quita a “los nosotros del futuro” y las generaciones futuras. Es por eso que se recomienda una gestión prudente del gasto y del ingreso público, porque estamos tomando decisiones con repercusiones de un horizonte amplio.2
Hay déficits que, en el largo plazo se pagan solos: los que se utilizan para aumentar el stock de capital y lleve a un mayor crecimiento de la economía. Pero hay dos problemas con eso: en primer lugar, existen varios tipos de capital: físico, intelectual, educativo, social, etcétera. La multiplicidad de capitales ofrece la oportunidad a políticos sagaces a presentar todo tipo de gasto como gasto de capital: maestros son gasto en capital educativo; estadios son gasto en capital físico y cultural; puentes son capital físico; empresas que hagan software es capital intelectual, y así. El egundo problema es que la economía a veces crece sin relación o a pesar del gasto gubernamental, por puros factores exógenos o regulatorios. Este es un argumento más a favor de la prudencia presupuestal.
Tomando en cuenta las consideraciones de equidad intergeneracional, ¿cómo se pueden reducir -o mantener estables- los déficits? La verdad es que, para ser sincero, nadie lo sabe. El FMI ha desarrollado marco conceptual para analizar la sostenibilidad de la deuda3 en el que básicamente se considera que el crecimiento de la economía (g) debe ser mayor a la tasa de interés (r) pagada sobre los pasivos para reducir la deuda de forma sostenible. Los lectores financieros y marxista-pikettistas reconocerán la ecuación r>g en la construcción conceptual del marco de sostenibilidad de la deuda. r>g es el Santo Grial de las ciencias económicas que reúne a financieros, marxistas, y financieros gubernamentales.
En términos prácticos, los déficits resultan irrelevantes a menos que la deuda llegue a niveles demasiado elevados y los consensos políticos sobre la conveniencia de seguirla pagando se quiebren. Una vez llegado a ese punto, eventualmente se llega al punto de tener que recortar gasto. Lo primero que se suele cortar es el gasto en capital físico, lo cual es, en los hechos, otra forma de “pedirle prestado a las generaciones futuras”.
En un post futuro se analizará la tercera herramienta mediante la cual el Estado refleja los balances de poder existentes en una sociedad: el poder de regular la actividad económica.
Magistral Paco, súper completo el post, aquí aprendiendo 🙂.
Looking forward to reading el siguiente post sobre cómo el Estado utiliza el poder de regular la actividad económica. Gracias y Saludos!