Reflexiones sueltas sobre Siria
La caída de la dictadura de Bashar al-Assad en Siria nos tomó a varios por sorpresa, y a mí personalmente me tomó también en un viaje de trabajo, donde, entre otras cosas, tuve un encuentro cercano con un elefante. En todo caso, no quería dejar pasar la oportunidad de compartir una serie de reflexiones sobre ese acontecimiento con la audiencia.
Estuve en Siria en 2009, en lo que fue uno de los episodios más felices de mi vida. En retrospectiva, también fue uno de los más formativos. Además de haber aprendido árabe (lengua de la que he ya olvidado casi todo), Siria fue una lección sobre cómo nuestras percepciones pueden terminar engañándonos: aproximadamente un año y medio después de mi estancia en Damasco, el país empezó la guerra civil que, en apariencia, terminó (o al menos se puso en pausa) la semana pasada. Ninguno de los occidentales que estuvimos en el país el período inmediato a la guerra pudimos prever lo que terminaría pasando, y si alguien dice que sí, miente. El mayor riesgo es el que no se ve, porque está pegado a la banda.
Incluso Barack Obama y su Departamento de Estado apostaron a la apertura de Siria para “destrabar” Medio Oriente y el conflicto entre Israel y Palestina. En 2010, el periódico estadounidense woke The New York Times publicó un artículo describiendo a Damasco como el siguiente Marrakesh y un destino a visitar. Es fácil decir a 15 años de distancia que las esperanzas en cuanto al régimen encabezado por al-Assad estaban equivocadas desde su conceptualización, pero creo que dan una idea de cómo varios nos fuimos con la finta. A la fecha cuesta trabajo entender que los ciudadanos que nos invitaban a los occidentales a tomar té en sus casas para que les contáramos lo que pasaba en el mundo terminarían protagonizando uno de los conflictos más sangrientos del siglo XXI y quizá el más consecuente.
Todos sabíamos que el régimen de al-Assad era una dictadura sangrienta. Pero lo que ha salido a la luz rebasa la imaginación incluso de los peores críticos del régimen. La caída de al-Assad y el previsible fin del Partido Ba’ath marcan el del sueño del socialismo árabe, visible desde las construcciones de Damasco, marcan el fin de la Guerra Fría en Medio Oriente. Quedan pocas reliquias de la Guerra Fría en el mundo, siendo la dictadura comunista de Cuba probablemente la más prominente.
Me fui de Siria al inicio de Ramadán de 2009. Contrario a lo que uno podría querer o esperar, Ramadán no es una buena época para estar en Medio Oriente: la gente está entre agotada y de mal humor por la secuencia de ayunos prolongados. En el mercado de Damasco estaba esta manta que, si mis pocos recuerdos de árabe no fallan, dice más o menos lo siguiente: “Bendito seas de Dios, oh amado del Pueblo! En verdad, nuestra juventud árabe-siria te dice con todo su corazón: Felices fiestas y mil, mil felicidades! Con cariño para nuestro líder, guía y presidente BASHAR AL-ASSAD!” Heurística: nunca es una buena señal cuando el sector empresarial tiene que declarar su amor público a un jefe de estado.
Es verdad que todo sugiere que la violencia en Siria se puede volver a salir de control: el contexto externo, el interno, y la historia del propio país. Es verdad también que, al menos hasta la fecha, la fuerza armada más grande ha dado signos alentadores, al punto de volverse un meme. Como diría el historiador marxista Axel Honneth: el optimismo es una obligación moral, y más en un contexto en el que todo empuja al pesimismo. A final de cuentas, los humanos no somos más que animales que apostamos en contra de los momios y a veces tenemos éxito.