Hay pocos gráficos tan dramáticos como el histórico de las reservas internacionales del Banco de México. Tras el error de diciembre de 1994, las reservas cayeron a poco menos de 2% del PIB, un mínimo histórico que apenas alcanzaba a cubrir pocos meses de importaciones. Tras el salvataje que nos dio el Presidente de Estados Unidos, Lic. Bill Clinton, México se dedicó a acumular reservas por los siguientes 20 años, y presionó para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) creara la línea de crédito flexible (FCL), un instrumento precuatorio para disminuir el riesgo de que los mercados emergentes tengan corridas de las reservas internacionales. En los últimos años, la serie está un poco distorsionada por la caída en la producción que se dio en 2020 y por la ralentización de la economía mexicana en los últimos años, pero para el tamaño de la economía mexicana, prácticamente ya no estamos acumulando reservas.
El trauma de la crisis del tequila y de otras crisis que sufrieron los mercados emergentes en los 1990 fue tan grande que todos los mercados emergentes se dedicaron a acumular reservas en las primeras décadas de este siglo, llevando a un “exceso de ahorros globales.” Acumular reservas tiene un costo de oportunidad, y ahora, 40 años después, finalmente estamos empezando a estudiar si dicho costo fue demasiado elevado. A toro pasado…
Monitorear las reservas de los mercados emergentes es tarea consuetudinaria de los observadores de las finanzas de los mercados emergentes, como lo hace este gráfico de la última renovación del FCL de México, que pone al país en perspectiva con otros emergentes; no estamos lejos de las medianas, lo cual siempres es bueno.
Las reservas internacionales son el truco mental Jedi por excelencia. A los inversionistas les gusta ver un nivel “saludable” de reservas, pero la realidad es que, una vez que se pierde la confianza en la estabilidad y previsibilidad de una economomía las reservas internacionales nunca son suficientes. Además de que el mundo ha cambiado mucho desde 1994 y el capital se intermedia de formas distintas a entonces. Al final, la mejor línea de defensa es una economía competitiva y robusta.