En prácticamente todo el mundo, los precios al público de los combustibles fósiles (gas, carbón, gasolina, keroseno, y la electricidad generada por ese tipo de combustible) no reflejan sus externalidades negativas y por ende son incorrectos. México no es la excepción.
Entre subsidios explícitos (es decir, el costo de no cobrar el precio de producción de los combustibles fósiles) y subsidios implícitos (es decir, el impacto estimado de costos ambientales y de salud, así como ingresos fiscales perdidos), México gasta el equivalente a 8% del PIB a que los combustibles fósiles no reflejen su costo de producción o su precio de mercado. Esto equivale a, aproximadamente, 800 dólares por habitante.
Pero metodologías que consideran solo el subsidio implícito y el ingreso que pierde el fisco han encontrado que ese subsidio beneficia principalmente las personas de mayores ingresos. Es lógico creer también que los costos estimados por la parte implícita del subisidio referentes a costos ambientales y de salud afecten a las personas de menores ingresos: las zonas más contaminadas son donde viven las de menores ingresos.
Los combustibles que reciben la mayor cantidad de subsidios en México son la gasolina y el diesel. Los precios de estos bienes son determinados, en los hechos, por la SHCP dada su dimensión política, y por la creencia que se tiene de que la gasolina y el diesel tienen una incidencia alta y persistente en la inflación.
De seguir la tendencia histórica, los subsidios al diesel y a la gasolina continuarán aumentando.
Para ser totalmente justos con los distintos funcionarios que han pasado por la SHCP en los últimos 30 o 40 años, reformar precios de la gasolina es demasiado complicado. Por lo general, en distintos países en los que se ha habido la voluntad política para intentar aumentar el precio de la gasolina, la gente suele salir a quemar las calles. Parece ser que no hay argumento racional que valga cuando se trata de aumentar el precio de la gasolina: poco importa que resulten en más daño al ambiente, o que sean fundamentalmente regresivos, o que resulten en aire menos puro y por ende en una menor calidad de vida; a la gente le gusta la gasolina barata y punto.
Y también para ser totalmente justos con SHCP, la realidad es que México no se ve tan mal en una perspectiva internacional. Hemos hablado de países que han dejado atrás a México en ingreso per cápita: Chile, Turquía, Polonia, y Corea del Sur. Todos subsidian sus combustibles fósiles. Incluso en una perspectiva más local, a nivel Latinoamérica, el costo en el que México incurre porque sus combustibles fósiles no reflejen precios de mercado, no se ve tan mal.
Parte del costo de que los combustibles fósiles estén subsidiados se ve reflejado en el ingreso que pierde el fisco. En el caso de México, el costo fiscal es de, aproximadamente, un punto del PIB. Una parte significativa del costo la pagamos en externalidades vehiculares, que es un eufemismo para referirse al costo monetario de accidentes vehiculares (reparación de vehículos, arreglo de calles, heridos y muertos), pero el componente mayor del costo es en la contaminación del aire en nuestras grandes urbes y en la aceleración de los efectos del cambio climático, lo cual afecta fundamentalmente a los poblados que dependen de recursos naturales para vivir. Es decir, subsidiar combustibles fósiles afecta a todos pero de distintas maneras: la gente de las ciudades respira aire menos puro, y la gente de fuera de las ciudades ven mermado su capital natural, que es su fuente de ingreso, más rápido.
Y es justo en eso donde radica la complejidad de la economía política de la reforma de los precios de combustibles fósiles:
Al votante mediano le gusta tener combustibles fósiles baratos, independientemente de su racionalidad.
Pero los costos son distintos. Una parte de los costos se pagan en contaminación del aire, lo cual afecta, principalmente, a las grandes urbes y resulta en una menor calidad y esperanza de vida en la vejez. En un contexto en el que las perspectivas del retiro son francamente desalentadoras, y por macabro que suene, para ciertas personas la perspectiva de vivir menos puede resultar hasta alentadora.
Y otra parte del costo se cambia en degradación ambiental, tema que a la gente de las grandes urbes les afecta poco o esporádicamente cuando salen de paseo, y que la gente de áreas rurales o pesqueras no alcanzan a dimensionar por falta de educación o preparación.
En ese sentido, formar una coalición pro medio ambiente que abogue por mayores costos a los combustibles fósiles va a ser muy complejo, ya que es un clivaje que trasciende las áreas tradicionales de las coaliciones políticas (geográficas, de clase, de ingreso). Muy probablemente formar dicha coalición sea imposible.
Los gráficos de este post fueron tomados de la versión 2023 de la base de datos de subsidios a los combustibles fósiles, y de la base de datos y el kit de gráficos que lo acompañan.