Una de las razones por las que el nivel de vida de México y de América Latina se ha estancado es la baja inversión, tanto por parte del sector público como del privado. Una baja inversión resulta en una baja productividad y por ende en salarios deprimidos, o en dinámicas de suma cero entre los capitalistas y los trabajadores.
Los sectores privados de América Latina y México invierten menos como proporción del PIB que el promedio de la OCDE. En el caso de México, la inversión privada en la actualidad es menor, como proporción del PIB que en los años 60.
La histórica debilidad del estado mexicano ha resultado en una inversión pública baja en comparación con la región y con los “pares aspiracionales” de la OCDE. La tendencia de baja inversión pública se revirtió al cierre del gobierno de Zedillo y durante los de Fox y Calderón, llegando a un pico en la crisis financiera de 2008. Desde entonces, la inversión pública ha caído en términos relativos.
Una baja inversión se ve reflejada en servicios de mala calidad: carreteras con carriles insuficientes, drenajes que terminan siendo fuente, escuelas sin escritorios, edificios decrépitos.
Este gráfico ayuda a entender el trauma colectivo que representa la crisis de deuda de los años 80 para los mexicanos de cierta edad: la inversión privada no se ha recuperado, y la pública apenas, y presumiblemente con una menor calidad que entonces. Pero no todos extraen la misma lección del trauma de los años 80: para algunos, es necesario volver a 1970; para otros, es necesario evitarlos. Urge un cambio generacional.
Fuente: IMF Investment and Capital Stock Database. Las series para la OCDE excluyen a los países de América Latina miembros de dicha organización (México, Costa Rica, Chile, y Colombia), los cuales son agrupados en el promedio regional