“Incertidumbre” fue la palabra del mes. Así lo sugieren el aumento del número de veces que el término fue mencionado en la edición de este mes del Libro Beige de la Fed, que es una encuesta cualitativa a empresarios sobre las condiciones económicas, y la prevalencia del término en la encuesta trimestral de la National Association of Manufacturers. La incertidumbre está relacionada con la política comercial, en particular la arancelaria, de la administración Trump.
La multiplicidad de voceros manifestándose sobre la agenda comercial de Estados Unidos no ayuda a la reducción de la incertidumbre, y muy probablemente la exacerbe. Cuando Scott Bessent, Secretario del Tesoro habla sobre la agenda comercial, el mercado tiende a subir. Cuando hablan Peter Navarro, asesor económico, y Howard Lutnick, Secretario de Comercio, el mercado tiende a caer o permanecer estable. A medida que el ala autárquica de la coalición Trump se impone sobre los otros componentes de la coalición, parece que, más que multiplicidad de opiniones dentro de la coalición, lo que hay es un mercado de renta variable ansioso de tener algo que parezca buenas noticias que justifique el mantenimiento -o incluso el aumento- de posiciones. En cualquier caso, evaluar la política comercial de Estados Unidos en base a lo que dice (o parece que dice) el alto funcionariado federal no está en línea con el alto nivel de densidad institucional al que nos tenía acostumbrados ese país, y sí lo está con la kremlinología de la Guerra Fría.
No obstante lo anterior, ya hay una certeza sobre una cosa en la administración Trump: si Trump puede saltarse al Congreso y aprobar algo por orden ejecutiva lo va a hacer, y ya después tocará litigar en cortes. Así lo demuestra el alto número de órdenes ejecutivas que el presidente Trump ha firmado en los primeros 100 días de gobierno, por mucho el más alto en la historia, y solo comparable, en cierta medida, con los gobiernos de la Segunda Guerra Mundial de Franklin Delano Roosevelt. Parece que el andamiaje institucional de Estados Unidos no sabe qué hacer en esta situación.
Hay una cosa para la que Trump no puede firmar órdenes ejecutivas, que es su reforma fiscal. Y su reciente reunión con el speaker of the House, en la que le ordenó lo que tiene que hacer, así lo señala. A pesar de la retórica sobre el recorte al gasto gubernamental y la disminución de la deuda del gobierno de EUA, la realidad es que la propuesta de reforma fiscal de Trump incluye recortes a los impuestos de hasta USD 5.3 trillion acumulados en un horizonte de 10 años, así como otras provisiones que aumentarían la deuda significativamente. Esto está en línea con las distintas reformas fiscales aprobadas en Estados Unidos en los últimos 20 años, que incluyen fuertes componentes de exoneraciones fiscales, que son las principales contribuyentes al aumento de la deuda del gobierno de Estados Unidos.
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La paradoja de Epiménides está viva y bien.