Es fácil entender por qué Lisboa se ha vuelto una capital turística (se estima que en 2021 1.9 millones de personas visitaron a la ciudad, cuya población apenas supera a los 500 mil): tiene un tranvía, las calles son empedradas. La ciudad conserva un aire de inicios del siglo 20 pero sin haber caído en la decadencia de La Habana, destino del que los salvó la Unión Europea.
Es destacable el poco legado anterior al siglo 16 que queda en la ciudad y en sus museos, algo que hasta los propios curadores comentan. Cuando Portugual decidió salir a conquistar el mundo a inicios de los 1400, puso poco cuidado en su legado histórico. Acaso ese sea el destino de todos los países que deciden salir a comerse el mundo.
En ese sentido, el papel que toma el arte de las antiguas colonias imperiales (en particular las del lejano Oriente, que tiene hasta su propio museo, es considerable: abanicos chinos, kimonos y monumentos japoneses, budas de la India, distintas formas de arte de los pueblos originarios de África y de Brasil toman un lugar preponderante en los museos de Lisboa.
Lisboa es una de las capitales mundiales de la nostalgia, y eso abona, creo, a que se haya vuelto también una capital turística mundial. Hay como un ambiente que deja claro que, durante varios años, Lisboa fue el centro del mundo, contrarrestado por el desgaste de ciertas arquitecturas que se ve en las zonas turísticas, y que a estas alturas quizá sea hasta intencional.
Y sin embargo, los portugueses entienden que su orgullo nacional ( y casi su razón de existir) es no haber sido absorbidos por Castilla. Incluso Os Lusíadas, el poema épico nacional, recuerda recurrentemente que Portugal no había sido absorbido por España. Portugal y Brasil son, probablemente, los dos únicos países en los que los turistas que hablan español son peor vistos que los que hablan inglés.
Hay sitios en Lisboa que se sienten como Sao Paulo y Rio de una forma en la que no hay sitios en Madrid que no se sienten como México, o como Lima, o Buenos Aires. Sin querer jugar al sociólogo o al historiador, la forma en la que se gestionó la independencia de Brasil, muy consensuada entre las élites (Brasil fue sede del Imperio Portugués durante las guerras napoleónicas) tenga algo que ver.
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