Solemos simplificar a las civilizaciones prehispánicas en mayas y aztecas o, en el mejor de los casos, creemos que “muchas” civilizaciones fueron contemporáneas. La realidad es que, hasta la llegada de los españoles, hubo muchas civilizaciones en distintos puntos del tiempo, con sus génesis, sus apocalipsis, y todo lo que hubo en medio.
La falta de testimonios escritos, la mala conservación, y la propia enormidad del pasado precolombino, hacen que el silencio alrededor de las ruinas prehispánicas sea elocuente y abrumador.
Cuicuilco fue la primera civilización que construyó arquitectura monumental religiosa en el Valle de México. Sus habitantes abandonaron la ciudad tras una serie de erupciones del Volcán Xitle en el siglo II después de Cristo. Eventualmente, algunos de sus antiguos pobladores fundaron la ciudad de Teotihuacán.
Lo que queda de las ruinas de Cuicuilco está ya absorbida por la Ciudad de México.
La demolición más reciente de Cuicuilco tuvo lugar en 1967, cuando una parte importante de las ruinas fueron demolidas para construir vivienda social a la ocasión de los juegos olímpicos de 1968. Destruir ruinas para construir viviendas es una falsa dicotomía provocada por un marco urbano que no permite, en los hechos, construir vivienda. Pero en la medida en la que esa dicotomía existe, construir vivienda asequible y hacer que la ciudad siga siendo una realidad viva es el mejor tributo que los mexicanos podemos hacerle a nuestros ancestros.
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